Las altas temperaturas y la falta de lluvia merman la rosa del azafrán
La escasez de precipitaciones y las altas
temperaturas de los últimos meses provocadas según los expertos por el cambio
climático alteran el desarrollo de cultivos como el de la flor de la rosa del
azafrán y generan dudas sobre su futuro, como informan desde la Agencia EFE.
Esta flor es la única que no florece en primavera
y está normalmente formada por tres pistilos de los cuales se obtiene la
especia, un condimento popular en la gastronomía española, pero la campaña de
recogida de este año «viene marcada por la incertidumbre», ha reconocido José
Ramón Plumed.
Este productor de Azafranes Jiloca en Monreal del
Campo (Teruel) ha indicado que ni él ni otros miembros de la ASAE (Asociación
del Azafrán Español) «encontramos explicación a la anormalidad en los adelantos
y retrasos de la floración en las distintas áreas de cultivo».
Lo cierto es que “hace años se recogía la flor
con nieve y hielo, pero ahora está todo seco y hace mucho calor» en el momento
de la recolección, ha añadido Maika Martínez, envasadora de Azafranes Manchegos
SL, de Alcalá del Júcar (Albacete).
Martínez certifica que «los inviernos no son tan
fríos como antes» y ello ha afectado a la producción en la zona que, de acuerdo
con sus datos, ha descendido hasta un 60 % en los últimos tres años.
Este problema se suma a la falta de relevo
generacional, así como al propio «carácter impredecible del crecimiento de la
flor y su escasa rentabilidad», ya que los análisis de la ASAE estiman que son
necesarias unas 250.000 flores para conseguir un solo kilogramo de azafrán.
La falta de agua amenaza la continuidad de un
cultivo cuya desaparición supondría «una pérdida significativa para el
patrimonio cultural del país por su potente carga antropológica social y
etnográfica, vinculada a la cultura gastronómica y antiguas tradiciones”, según
Carlos Fernández, presidente de la D.O.P. (Denominación de Origen Protegida)
Azafrán de la Mancha.
La flor del azafrán nace de la parte de la planta
conocida con el nombre de cormo, cuya superficie cultivada «equivale a 0,5
kilos por metro cuadrado, entre 80 y 120 unidades dependiendo de su tamaño».
Aunque es una planta de secano, si no se producen
precipitaciones necesitará un aporte de agua de entre 18 y 20 litros en dos o
tres riegos anuales, porque sin él «no tiene la suficiente fuerza para enraizar
y el cormo no cuenta con los nutrientes y humedad necesarios para seguir con el
proceso de reproducción y engorde”, precisa Fernández.
Los riegos deben efectuarse en los momentos en
los que se producen cambios en la planta, en los meses de «febrero, cuando se
empieza a reproducir; marzo o abril, cuando el cormo empieza a engordar, y
finales de septiembre, cuanto el tallo empieza a gestarlo».
Sin embargo, la flor como tal, una de las
especias más antiguas utilizadas por el hombre en su alimentación, aunque se
cree fue introducida en España durante la dominación musulmana, «es aún muy
desconocida y faltan muchos datos para establecer qué otros factores
climatológicos le afectan».
Quique Cerro, vicepresidente de la Selección
Española de Gastronomía y embajador de la D.O.P., considera que «todavía es
pronto» para dilucidar si las alteraciones en su floración «afectarán o no al
sabor amargo y el aroma que caracterizan el uso gastronómico de los pistilos de
la flor”.
No obstante, una disminución en su volumen de
producción estará inevitablemente ligado a un incremento de su coste económico,
lo que «va a hacer que sea percibido como un elemento cada vez menos accesible»
para el ciudadano medio y dificultará su consumo «dentro del país”.