El silencio de los últimos
RINCÓN DE ADEMUZ | Juan Vicente Pérez Aras: “No podemos
permitir que en el siglo XXI sigamos diferenciando a las personas en función de
dónde vivan”
© Juan Vicente Pérez Aras-LevanteEMV | Tras la magistral descripción de las tierras del poniente
valenciano realizada por Paco Cerdá en «Los últimos», el tema de la
despoblación ha ido ganando espacio en una agenda valenciana siempre marcada
por la presión de esa franja costera que nos ha hecho merecedores del manido
sobrenombre de «Levante feliz». La Arcadia mediterránea de felicidad infinita.
La dualidad entre
tierras adentro y franja costera ha ido abriendo una cruel trinchera
demográfica que separa ambas zonas. Una metástasis demográfica que afecta a más
de un tercio de nuestra provincia. 38 municipios repartidos por las comarcas
del Rincón de Ademúz, la Serranía, la Plana de Utiel-Requena, El Valle de
Ayora-Cofrentes, la Hoya de Buñol, la Canal de Navarrés y un trocito de la
Ribera Alta o, lo que es lo mismo, un área de 4000 km2 (el 36'5% de la
superficie) donde solo viven 29.228 personas (2018), el 1'14% del total
provincial. Una pérdida del 45% de su población respecto al censo de 1940,
24.000 personas en menos de 80 años.
Esta diáspora que viene
a recoger ese éxodo rural se ve agravada por una tasa de envejecimiento
estremecedora, superior al 400%, (la media española está en el 123%), la mayor
de toda la UE. Si a todo ello sumamos que en 2018 se registró la cifra más baja
de nacimientos en 20 años, estrechando la pirámide poblacional en la base, el
coctel implosivo está servido. Brecha bancaria, digital y en infraestructuras
de todo tipo o el propio acceso a servicios fundamentales hacen heroica la
misma supervivencia en la denominada Laponia española.
Los mapas aportados por
la investigadora Pilar Burillo son esclarecedores. Un trabajo ingente por el
que se han podido delimitar las 10 SESPAs (Áreas del Sur de Europa Escasamente
Pobladas) de España. Desarrollando los criterios establecidos en el Acuerdo
2016/0393 de la CE, se incluía por primera vez una nueva tipología territorial
no contemplada hasta el momento. A las tradicionales NUTs 2 o regiones y NUTs 3
o provincias, se incorporaban las LAU 2 o municipios, diferenciando las que
tienen menos de 8 y 12 habitantes/km2. De los 38 municipios afectados en
nuestra provincia, 24 pertenecen a la Serranía Celtibérica (<8) y 14 a la
Serranía Levantina (<12).
El fantasma de la
despoblación de nuestros pueblos (nuestra cultura, nuestras tradiciones,
nuestros recuerdos) avanza impasible, haciendo audible, ensordecedor, el
silencio de los últimos moradores de estas tierras. Un desierto demográfico
provocado por un acto continuo de «demotanasia», palabra acuñada por la
investigadora Pilar Burillo para definir «un proceso que tanto por acciones
políticas, directas o indirectas, como por omisión de las mismas, está
provocando la desaparición lenta y silenciosa de la población de un territorio
que emigra y deja la zona sin relevo generacional y con todo lo que ello
significa, como la desaparición de una cultura milenaria, aquella que la UNESCO
intenta proteger bajo el término de Patrimonio Inmaterial».
Durante mi etapa en el
Congreso pude colaborar con Serranía Celtibérica gestionando reuniones con el
Gobierno de España. Reuniones y comparecencias parlamentarias para impulsar una
eficaz plataforma de apoyo unánime ante un problema que nos afecta a todos.
Reuniones que gestionamos ante las Instituciones Europeas, consiguiendo que el
entonces Vicepresidente del Parlamento Europeo, mi compañero Ramón Luis
Valcárcel, presentara una serie de enmiendas respaldadas por el Parlamento
Europeo para que la despoblación se tuviera en cuenta a la hora de repartir los
fondos. Todo un hito sin precedentes ya que por primera vez se incorporaba la
problemática de la despoblación al Reglamento de Disposiciones Comunes, que
regula el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, el Fondo Social Europeo, el
Fondo de Cohesión, el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural y el Fondo
Europeo Marítimo y de la Pesca. Es decir, la despoblación por fin se coló en el
mismo corazón del presupuesto europeo.
Una ventana de
oportunidad que debemos aprovechar para el nuevo período presupuestario
comunitario y los Fondos de Cohesión 2021-2027. No podemos perdernos en
recursos retóricos ni titulares salvíficos. La dispersión y el tacticismo
egoísta lastran una verdadera, necesaria y obligada unidad de acción para
elevar a la UE la delimitación de estas «Áreas Rurales Desfavorecidas», las 10
SESPAs españolas. Solo así, Eurostat podrá proporcionar los indicadores que
desde 2010 viene estableciendo para las Áreas Urbanas Funcionales.
Debemos trabajar por
desarrollar una nueva ruralidad, un nuevo modelo inclusivo que visibilice las
zonas rurales y promueva un emprendimiento rural eficiente. El nuevo escenario
nos ofrece ya la oportunidad de aplicar el art. 174 TFUE, empezando por
implementar esa discriminación positiva en la que todos estamos de acuerdo.
