Escuelas sin niños
RINCÓN
DE ADEMUZ | Una
estremecedora mirada a los rincones antiguos del Rincón de Ademuz
ESCUELA DE SESGA |
© Mª Ángeles Arazo – Las Provincias |
Si días atrás hablé de las aldeas vacías, refiriéndome a un
pasado en las de la Serranía, tengo que añadir que aún me causó más tristeza
ver en aquellos pequeños pueblos las escuelas sin niños.
Era el tiempo en que
los docentes alegaban ir a la universidad, matriculándose en una carrera superior,
y así quedaban dispensados de la asistencia. Las maestras, por lo general,
elegían la denominada entonces 'Filosofía y Letras'.
En las aldeas del Rincón
de Ademuz, en el paraje tan hermoso de las ramblas y las choperas, cuando les
prometían que iría una maestra, las mujeres se afanaban por arreglar la
escuela, enjalbegar los muros, colocar alguna planta en el alféizar de la
ventana, allanar el terreno que rodeaba el modesto edificio... Pero todo era en
vano.
Nadie iba para enseñar a
los críos a leer, a escribir, a cantar la tabla de multiplicar; a buscar en un
mapa un punto sin nombre pero donde bastaba la firmeza de la voz de la maestra:
«Ahí, ahí, estamos nosotros».
Ya ningún cogería la
tiza para dibujar en la pizarra algún árbol lleno de manzanas, una luna o la
cara de un pirata tuerto, como los que vi en la pared negra y desconchada del
bar, también solitario, con los anaqueles vacíos y calendarios de años
atrasados
-Antes venía la gente
-comentó la tabernera-, pero los hombres se fueron y sólo han quedado algunas
mujeres y los hijos pequeños. Estamos solos.
No acostumbro a narrar
ningún recuerdo personal, pero lamentaría en esta ocasión no citar a la niña de
El Val, la niña de las piernas delgadas y la trenza larga, casi hasta la
cintura, que acudió al verme. Traía en las manos una flor de azafrán y
tímidamente preguntó:
-¿Es usted la maestra..?
-No, preciosa -respondí.
La niña me miró un
momento con aquellos ojos grandes, negros. A continuación se volvió de espaldas
y cruzó la plazuela, donde unos gorriones picoteaban algunos granos que debían
de haber caído de algún saco que llevaría una caballería montada por algún
viejo.
La niña dejó caer su
pequeña flor de azafrán...